A quienes de pequeño, nos inculcaron la religión católica, como punto de referencia, vivimos algunos años de incertidumbres y preguntas, numerosas preguntas.
Ahora, ya de mayor, he de confesar que no puedo creer en la iglesia que se precia de ser la única y auténtica.
Si Jesús existió y dio a conocer su mensaje, según leí en su momento, se avergonzaría de todo lo que se ha ido montando durante siglos, alrededor de su leyenda.
Respeto a todos y a todas las religiones. Aplaudo a aquellos que tienen firmes creencias. Me inclino ante aquellos, que son capaces de dedicar sus vidas a causas solidarias sin nada más a cambio, que el sentirse llenos de vida y felicidad.
Pero me revelo ante aquellos que, bajo el amparo de una fe mal entendida, someten y se erigen en representantes de un dios en la tierra, viviendo en la riqueza y la opulencia.
¿Realmente están cerca del pueblo? No creo que a través de numerosos cordones policiales y medidas de seguridad, se perciban las necesidades y carencias del pueblo.
Pedro, Pablo, Juan y un largo etcétera de personajes bíblicos vivían entre el pueblo.
Viendo todo éste montaje, entorno a la visita de un simple ser humano, me siento carente de respuesta.
Existen demasiados intereses y demasiado dinero en juego para que sea creíble.
La iglesia tiene que reconducirse a sus orígenes o bien cambiar sus siglas y montar una sociedad anónima o limitada.